El sábado 20 de octubre mi abuela materna partió a su eterna morada de descanso. Madre de 15 hijos, abuela y bisabuela de alrededor de 55 nieto y un sin número de bisnietos. Se fue llena de paz y dejando una estela de dolor en nosotros.
Sus 90 años de vida se los entregó a su familia, a la comunidad y a sus allegados. Era satisfactorio y reconfortante escuchar a las personas contar sobre las anécdotas de mi abuela, todas plasmadas de ternura, esfuerzo y dedicación. Agradecimiento hacia ella era todo lo que se escuchaba durante el velatorio.
En mi caso, ya no tengo abuelos, todos partieron al cielo. Desde el 2006, la vida ha decidido llevarse a esos seres de amor y paz, que son los responsables de que hoy este aquí escribiendo.
Mamá Olga es el mejor ejemplo de resiliencia que conozco, atravesó tantas dificultades sin quejarse de la vida ni de Dios. Siempre con una sonrisa sin importar el dolor por las enfermedades que la golpearon en el transcurso de su vida, resurgía mas fuerte como si fuera un ave fénix.
Su nobleza era tan grande que era capaz de sacarse la comida de la boca para dársela a sus nietos y no porque faltara que comer, sino que, de tan solo verla, ella automáticamente ofrecía la que se estaba comiendo. Fue tan noble, que tan pronto vio a sus hijos, partió en paz y parecía una virgencita.
Las enfermedades la agotaron, pero su amor fue tan grande que tuvo vida suficiente para a sus hijos y nietos desarrollarse. La vida le dio la oportunidad de sembrar paz, respeto y tolerancia en su comunidad, de ser ejemplo para todos lo que tuvimos la dicha de conocerla.
Mamá gracias, por tanto. Nos veremos pronto.
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